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12 may 2010

CHAGO:HEREDERO CRIOLLO DEL REY SALOMÓN.

Fue bautizado en Palma Soriano el 20 de junio de 1937 como Santiago Armada, yo no estaba ahí, pero me imagino que desde niño ya le llamaban Chago, y en mi modesta opinión, con él creció la SÍNTESIS con mayúsculas. Veamos por qué:
Durante su paso por la escuela primaria hizo su primer e inesperado dibujo en el pizarrón --Un arbolito de Navidad--, adelantándose por más de 30 años al movimiento artístico infantil conocido como “Tiza sobre el Asfalto”.
En 1947 su familia se traslada a la capital de provincia, Santiago de Cuba, convirtiendo al pequeño Chago en un inmigrante involuntario. Celebró pues los quince como mensajero de botica y mientras pedaleaba por sus empinadas rúas, estudiaba en la Escuela Profesional de Comercio local.
Corrían tiempos turbulentos en la ciudad indómita, y él, que no necesitaba mucho impulso, se une a al clandestinidad mientras comienza sus pininos artísticos en la revista “Ahora”.
Como muchos perseguidos políticos se ve obligado al exilio, con la suerte de que tenía la Sierra Maestra al cantío de un gallo, convirtiéndose en el primer caricaturista-guerrillero de nuestra historia antes de cumplir los traviesos veinte años.
En la comandancia de la Plata, al Ché se le ocurre revivir un viejo sueño mambí “El Cubano Libre” en el mismo corazón de la manigua, y Chago, debuta dibujando sobre esténcil, el primer personaje verde olivo de la historia, “Julito 26”, que además era rústico y en una sola tinta, pues se imprimió en mimeógrafo. No conforme con ello, inventó su contrapartida color kaki cagalitroso “Juan Casquito”.
Ingresa a la capital de todos los cubanos junto con la Caravana de la Victoria en enero de 1959.

Y aquí se casa con su segundo amor: Daly G, que surgió en el primero de ellos, pues ambos eran combatientes de la Sierra.
La luna de miel la celebran casi sobre la mesa de dibujo del diario “Revolución”, y el recién casado comienza a hacer públicos aquellos trazos semi-clandestinos de la guerrilla.
Cuando los lectores se estaban acostumbrando a la saga del popular personaje guerrillero, el inquieto artista se apea con una colección de dibujos también inédita, en momentos de incomprensiones: Que yo recuerde, fue la primera exposición de dibujos de humor erótico en Cuba, con no pocos turbados y muchos escandalizados.
El proyecto tabú quedó engavetado. Pero entre todas sus virtudes él tenía una indoblegable: La tozudez. Para Chago, el humor era un medio, no un fin. Se proponía hacer pensar con una sonrisa en los labios. Sus mensajes eran más provocadores que evasivos aunque se pensara lo contrario. De ahí su rápida evolución hacia otra forma de ver las cosas.
Su nuevo y emprendedor proyecto pudo materializarlo en el libro “Humor Otro”, publicado por Ediciones Revolución en 1963. Como se puede apreciar en estas breves muestras, él trata de apresar la condición humana a través de lo universal en su conducta; y como su propio título indi
ca, iba más a las esencias que a las apariencias. No sé hasta qué punto esto pudo haber influenciado en mis personajes. Lo cierto es que el gordo y el flaco de “¡Ay, Vecino!” que surgieron en abril del 67, también tuvieron detractores, porque mostraban su desnudez al público, aunque yo no pretendía profundizar tanto en el comportamiento humano universal, sino en crear planos existenciales y situaciones cotidianas en el devenir concreto de nuestra ciudad.
Pero regresemos al inolvidable Chago: Como ven, no he querido incursionar en los aspectos formales, en la síntesis de su línea, o la atmósfera creada alrededor de sus personajes, pues para eso están los críticos y los investigadores. En tanto que creador, no se puede ser juez y parte.
Pero lo que sí puedo asegurarles es que a Chago, lo respeté, lo admiré, lo disfruté, y hasta lo envidié un poco por su dignidad, su paciencia, y su talento. Únicamente así podría mantenerse inmaculado ante tantas tontas incomprensiones y dificultades, sin renunciar jamás a su firmeza revolucionaria, sus convicciones estéticas, y su paciencia en la seguridad de que el futuro diría la última palabra. Así lo vimos irse prematuramente a la edad de 58 años, un 29 de mayo de 1995, sin abandonar su trinchera en el departamento de diseño del diario “Granma”.

Como si todo lo dicho hasta ahora fuera poco, con sólo recordar su personaje “Salomón”, sería suficiente como para conquistar un lugar en el corazón de los cubanos. Si todas las glorias del mundo caben en un grano de maíz, ahí, en sus mismas raíces quedaste sembrado para siempre, Chago.

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