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15 ago 2010

DE TAL PALO, TAL CONCURSO.

El 16 de agosto de 2001, el colega Pedro Martínez Pires me entrevistó para Radio Habana Cuba, con motivo de que en ese día se celebraba el centenario de Horacio Rodríguez Suriá, uno de los caricaturistas más destacados de nuestro país. Por algo el Salón Nacional de Humoristas de Cuba organizado anualmente por la Unión de Periodistas de Cuba, lleva su nombre.

Nacido en Cárdenas, Matanzas, desde pequeño se inclinó por el dibujo, y en tan temprana fecha como el 17 de octubre de 1931, ya aparece una tira cómica suya bajo el título de “La verdad desnuda” en la revista Social, dirigida por otro grande del humor gráfico cubano Conrado W. Massaguer.http://ay-vecino.blogspot.com/2009/02/el-dibujo-mas-grande.html

Según contaba el propio Horacio, por esa época él colaboraba con Pablo de la Torriente, en Bandera Roja, pero lo más interesante de ello es que el propio Pablo escribía los guiones que luego él se encargaba de ilustrar. Todas las publicaciones comunistas existentes en Cuba durante los períodos sin censura de la época como Bandera Roja, Masas, Mediodí a, CTC, Última Hora y Hoy, contaron con sus valiosos aportes gráficos.

En este último, --órgano oficial del Partido Socialista Popular--, se destacó no sólo en la caricatura editorial, donde era un verdadero especialista, sino que fue el alma del suplemento dominical Hoy Infantil, creando la historieta “Pelusa y Pimienta”, dos niños: Uno pelirrojo y el otro negrito, que planteaban situaciones totalmente distintas a los mensajes importados por las transnacionales del “cómic” yanqui. Esta incursión por el mundo de las imágenes en secuencia, no se limitó a esos personajes infantiles:

Para El País Gráfico, suplemento del diario El País, publicó entre los años 46 y 47 del pasado siglo una serie con las “Aventuras del Profesor Timbeque”, un simpático viejito calvo, barbudo y con gafas, siempre acompañado por su contrafigura, una mosca parlanchina. Tuvimos el privilegio de hojear algunos de esos capítulos como “La Ciudad Subterránea”, un acercamiento rústico a la ciencia ficción; y “Timbeque contra Daduro”, donde se enfrenta a un belicoso boxeador que a la larga sale derrotado.

Pero a Horacio no se le podía encasillar: Fue un excepcional dibujante de carteles propagandísticos, cuya fuerza era insuperable, modalidad que llevó a la caricatura editorial,--como él mismo confesara—más dramática que humorística. Cuando la persecución oficial pretendía acorralarlo, y tenía que “…salir rompiendo tejas…” se refugiaba en la litografía donde era un verdadero maestro. Tras el triunfo revolucionario firmó algunos de sus trabajos con su segundo apellido Suriá.

En una interviú que le encargáramos a la colega Évora Tamayo para el semanario Palante y Palante. Horacio, ya viejo y jubilado accedió a la misma con motivo del cercano Salón de Humorismo que llevaba su nombre: Presencié el interrogatorio efectuado en el “Bar Cuandas” de Guanabo, y compartí una vez más el contenido de cierto líquido etílico, sin el cual el entrevistado no encendía el motor de arranque.

“Cuando comencé en la caricatura sabía que no era fácil. Muchos me iban a despreciar por mi condición de marxista y, efectivamente, ni en Zig-Zag ni otros muchos lugares me daban trabajo. Me decían el “ñángara” y era un apestado…

…Dentro de ese ambiente burgués peleé, pero estaba muy “chivao”, entonces me iba a la litografía a ganarme la vida; yo me destaqué en la especialidad de selección de colores para portadas y contraportadas…

…Yo tengo muy poco de humorista, tal vez sea el menos humorista de todos. Yo soy caricaturista político de fuerza; lo cómico es de poca duración, en cuanto a la caricatura editorial puede tener o no algo que ver con el humor…

…También participé en exposiciones enviando caricaturas personales, pero en realidad, es en la sátira política donde me siento mejor, pues con dos muñecos tú tienes que expresar todo lo que puedan decir las largas cuartillas de un editorial, lo mismo que un pasquín , o un buen affiche…

Con estas palabras Horacio, el viejo “comuñanga”—título con el que se pretendía humillarlo en el pasado, y honroso para los que no tuvimos esas vivencias-- se despidió de nosotros, ya cercano a los 74 años, poco antes de que lo sorprendiera la muerte en su querida playa de Guanabo.


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