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3 oct 2010

ZIRALDO Y MEU BRASIL.

“Este es el premio máximo que se puede recibir en esta profesión, que yo he elegido, y que me eligió… La gente que hace humor, que dibujan en los periódicos, que tienen la posibilidad de hablar al mismo tiempo con más personas que quienes llevan una vida normal… Mis personajes, los niños son niños traviesos, que viven intensamente la vida del niño…”

Son extractos de las palabras que Ziraldo Alves Pinto, (Caratinga, Minas Gerais, octubre 24 de 1933) expresó en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, el mismo día que cumplió 77 años. Recibía en ese momento el importantísimo Premio Iberoamericano Quevedos 2008 por la obra de toda la vida. Y al hablar de sus personajes humorísticos se refería a “Pereré”, “Menino Maluquiño”, “Profesora Macanuda”, “Jeremías el Bon”, y la “Supermae”, entre decenas de ellos que han alegrado la infancia de varias generaciones de brasileños.

Lo conocí muchos años antes durante la visita que nos hiciera con motivo de una exposición suya en la Casa de las Américas, pero fue en la Primera Bienal Internacional de Quadriños (historietas) de Río de Janeiro, --7 al 17 de noviembre de 1991-- que pudimos compartir y comprobar su generosa hospitalidad.

El colega Orestes Suárez y yo fuimos invitados a la misma, y desde el primer momento Ziraldo se mostró solidario con nosotros. El logotipo del evento había sido confeccionado por él y debajo de la pancarta, a la entrada de la Fundicáo Progresso, local donde se exhibieron los trabajos quisimos retratarnos:


Pero es que el brasileño en general es lo más parecido al cubano: Son exagerados a matar. A la hora de dar patadas son pentacampeones del mundo. Las telenovelas de O Globo son- - “culebrones” olímpicos-- como ellos mismos las han bautizado. Y si de menear la cintura y los pies se trata, cubanos/as y brasileños/as compiten con la mejor lavadora eléctrica a la hora de vibrar rítmicamente.

La invitación que algunos colegas cariocas nos hicieron una noche, nos cogió desprevenidos, no sabíamos que era hasta que saliera el sol. Y la despedida que el propio Ziraldo nos hizo en el restauranteEl Puercón” –toda la carne que podías ingerir por un precio fijo-- antes de llevarnos al aeropuerto de Río, nos mantuvo repletos durante las 30 horas siguientes, a tal punto que rechazamos dos cenas y un desayuno a bordo de la línea aérea que nos trajo a La Habana.

Pero Ziraldo no fue la excepción: Waldomiro Santos Vergueiro, profesor e investigador de Comunicación Social en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Sao Pablo, compitió en atenciones con otros tantos colegas que de contarlos llenarían el Matto Grosso.

Lo cierto es que a partir de esa visita mis “hijos de papel” también visitaron Brasil en las páginas del diario “Hora do Povo” a partir del siguiente otoño. Durante casi todo el año 1993, el gordo y el flaco, lograron lo que yo no pude: Comunicarse en portugués gracias a sus magníficos traductores.

Otras muchas anécdotas podrían contarse de aquella quincena maravillosa. Mi primer contacto visual con el trasvestismo a escala mundial, el disfrute de la hermosas playas de Copacabana y sus atlánticas olas heladas --idóneas para surfear de lo lindo--, a lo cual los cubanos del pacífico Caribe no estábamos acostumbrados. La visita a la Escuela de Samba “Vila Isabel” en Río, fue una experiencia extraordinaria. Pero más aún lo fue la ascensión al Cristo Redentor en la Peña de Corcovado, que por unos instantes nos permitió tener a Río a nuestros pies.

Precisamente también se utilizó esa obra escultórica como invitación a participar en el evento de los historietistas. He aquí una de esas tarjetas.

Por eso cuando en nuestra Feria Internacional del Libro de La Habana dedicada a Brasil, se nos invitó a participar, fue un placer y un honor, ilustrar a dos manos, el libro “Meu Brasil” del profesor y amigo Waldomiro, sobre todo, porque el propio autor nos solicitó la utilización de su caricatura para recorrer cada una de las páginas de dicha monografía. Si lo logramos o no, sólo él pudiera afirmarlo.

Eran textos ligeros que daban una visión sintética y a la vez panorámica de la historia, la cultura. La fauna, flora y costumbres del hermano gigante del sur.

Por lo que respecta a mi hijo y yo, --autores materiales de ese atentado personal--, lo disfrutamos muchísimo brindando con maracuyá, caipiriña y cachaza, --que allá, a esta última le dan cierto mote “…de cuyo nombre no quiero acordarmeComo en su momento dijera el Quijote.

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