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31 ene 2011

BENDITAS COINCIDENCIAS.

Coincidió la elaboración del resumen de este blog ¡Ay, Vecino! el pasado año con la decisión de que debíamos dar por terminada la sección de curiosidades deportivas que mantuvimos durante todo el 2010 titulada “Cualquier tiempo pasado fue… profesional”.

Concordó este hecho con que en la última muestra se descubriera la identidad del autor fantasma que veníamos incluyendo con las iniciales A. Y.

Resultó ser nuestro entrañable amigo Alberto Yáñez Arbesú, a quien dedicáramos el trabajo titulado “Por amor al arte” en nuestra propuesta anterior.

Simultáneamente del 10 al 20 de febrero próximo se celebrará en la La Habana la Feria Internacional del Libro 2011, y a continuación recorrerá toda la república.

Como si se tratara de su prólogo, a fines de enero en dos Sábados del Libro consecutivos se presentaron las obras de sus hijos Mirta y Albertico. Al primero de ellos, la novela “Sangra por la Herida” de la Editora Unión, pude participar recibiendo la inmensa alegría de ser premiado con su cariñosa dedicatoria que aquí les muestro.

Por el contrario, no pude asistir a la presentación del “Libro primero de las cosas raras” de su hermano Alberto, por coincidir con un impertinente aguacero. Aún así también puedo dar constancia de ello con una copia de la portada:

Pero para no alejarnos de esta curiosa simultaneidad, puedo aclarar que todo esto se corresponde con los noventa años del nacimiento de Alberto Yáñez Arbesú el 3 de febrero de 1921, y el anuncio de los 50 años de la creación del INDER, coincidiendo también con la celebración del centenario del fútbol en Cuba para el 11 de diciembre de este año, nada menos que construyendo en su emblemático estadio de La Polar, el primer terreno de superficie sintética en nuestro país, donado por la FIFA y prevista su inauguración para la fecha. Me imagino cómo se sentiría Yáñez en este momento con tan agradable coincidencia, sabiendo cómo la inclemencia del clima castiga en nuestro país el césped natural.

Como pudieron apreciar, desde pequeña Mirtica era inseparable de aquel que todos conocían como Alberto, pero para ella era simplemente Pipo.

Y en correspondencia con mi intención de darlo a conocer, ella tuvo la gentileza de proporcionarnos estas semblanzas que ofrecemos a continuación íntegramente. Me limitaré sólo a comentar algunas de las fotos que del archivo familiar me proporcionó su propia autora.

Algunos

recuerdos de Pipo

Mirta Yáñez

Unos días antes de que se fundara Palante, Alberto Yáñez, más conocido por mí como Pipo, me llevó a conocer al equipo de humoristas, entre quienes recuerdo a Blanquito, a Evora Tamayo (¡cómo no!), al director Bracho, al Loquito Nuez, a Arístides… Yo tenía unos trece años y en ese entonces quería ser caricaturista… y pretendía formar parte del “staff”. La tarea que me dieron fue “crear un archivo” y para ello me asignaron un cubículo, un montón de revistas, unas carpetas y una tijera. Debía recortar letras de distintos tamaños y colores, objetos, rostros, caras de políticos y de personajes famosos, y todo lo que se me ocurriera, luego clasificarlos en carpetas según mi leal saber y entender. Y así lo hice, de manera que me cabe la gloria olvidada (¡por fortuna!) de haber instituido el primer archivo de recortes para uso de los humoristas de Palante.

Por supuesto que además yo husmeaba por todo el local y sobre todo donde radicaban las mesas de dibujo. Allí participé de esa extraña emoción que es conformar la primera página de un periódico. En aquel entonces la libertad para el chiste era casi total.

La vida me llevó por otros caminos, pero Pipo se quedó estacionario en Palante donde no solo colaboraba con la página deportiva, sino también confeccionó pacientemente y sin cobrar retribución monetaria alguna, la página de entretenimientos, donde semana tras semana colocaba adivinanzas, crucigramas y otras quisicosas, además de responder a los lectores y darles solución. Simultaneaba sus labores en Palante con su trabajo de empleado bancario primero, en el INDER donde fue fundador (él también) del archivo, finalmente en el ICRT de dónde le hicieron jubilarse cuando ya fue considerado demasiado viejo.

Todos esos empeños siempre los hizo con una sonrisa. Porque fue, ante todo, un hombre bueno. Solo lo vi rabiar en una ocasión cuando se le traspapelaba una y otra vez, sin llegar a buen puerto editorial, lo que consideraba la obra de su vida: una historia sobre los mundiales de futbol.

Por cierto, mis padres se conocieron gracias al futbol. Alberto era un buen mozo futbolista y Nena era bella, bellísima, apasionada fanática de ese deporte. Eran adolescentes y pronto se hicieron novios. En ese entonces, Pipo todavía no era Pipo, y mucho menos Yáñez. Lo llamaban “Cachumba” porque siempre estaba dándole ánimo a su equipo (no recuerdo ahora si le pegaba al balón a cuenta de los asturianos o los gallegos, porque mi abuelo era gallego, pero mi abuela era asturiana) con un “bombochie” que rezaba: “¡cachín cachán cachumba… al equipo tal le zumba!” Después, Alberto empezó a trabajar en el City Bank. Siempre entusiasta, animaba las fiestas de los hijos de los empleados, los “citybankeritos”, asentó los proyectos para el nuevo club bancario en Santa María del Mar, ascendía desde ser un mero mensajero y cajero hasta el puesto más alto, de Oficial Inspector, sin perder su buen humor y colaborando al mismo tiempo con publicaciones como El Mundo.

En esa época comenzaron a llamarle Tobita, lo cual resultaba un misterio lingüístico para mi, hasta que Mima, Nena, ya esposa y madre, me explicó que por el apellido Yáñez hacían primero alusión a los “yáñez pinzón”, y de ahí derivó al nombre del Almirante Cristóbal, y del diminutivo afectuoso de Cristobita, se llegó por fin al “Tobita”. Mi mamá, por su parte, le decía Bertico cuando quería engatusarlo, que no hacía falta porque siempre Alberto fue su rendido enamorado. No puedo olvidar que al regreso del viaje de Mima para ver a su familia en USA y cuando ambos ya se acercaban a los setenta… mi papá llenó la escalera de arriba abajo de flores para el recibimiento de su eterna noviecita. Eso fue lo que nos dieron, Mima y Pipo, a mi hermano y a mí, en nuestra infancia: el espectáculo excepcional del amor verdadero, de la lealtad, del buen humor.

Y empecé contando lo de Palante porque Pipo siempre me llevó consigo a sus andanzas periodísticas, ya sea ir al stadium a apoyar a los rojos de La Habana, a las carreras automovilísticas, a las regatas, y, cómo no, a los partidos de futbol. Le debo, pues, el hecho de que se me inoculara ese bichito de la letra impresa a ese padre excepcional, Alberto, Bertico, Cachumba, Tobita, el Viejo Yáñez, a Pipo.

Nota: y acordándome de aquellos viejos tiempos, hice esta caricatura de mi Pipo.

Complementando la información brindada por su hija, no quisiéramos despedirnos sin incluir una pequeña muestra del talento paterno. Tanto ella y su hermano heredaron esa gracia que ya pugnaba por salir en sus respectivos y coincidentes ADN.

Quien nunca tuvo auto fue capaz de auto biografiarse en un excelente trabajo tirulado “Frente al espejo” publicado en la sección “Con Permiso de..” y reproducido posteriormente en el libro de Évora Tamayo “25 años de Palante” editado en 1986 por la Editora Abril. Allí él expresa lo siguiente:

“Nací y me recibieron con aplausos (impacto brutal de la comadrona sobre mis delicados glúteos), que me alentaron a dar mi primer y único do de pecho”…”Lugar del primer berrido: La Habana. Época: Entre la primera y segunda guerras mundiales, o sea, que nadie peleaba, ni siquiera con la suegra que ya es decir”…”Tuve acné juvenil después de pasar por el sarampión, la varicela, el coquelucho y otras peripecias de las que no había niño que se escapara en mi época”…”Imberbe aún tuve un ataque fulminante de fútbol que por poco me hace cisco las canillas y que, como secuela se me enquistó en el corazón”…”Siempre me gustaron las letras –nunca en la sopa—pero tuve que disgustarme con los números. Estuve rodeado de papeles bancarios y millones de billetes durante ¡20 años”!, pero resistí la tentación”…”Me gusta el chocolate, mientras el hígado no se interponga. Igual me deleita un vals que un twist, un danzón que una rapsodia. La única cuestión es que sea música y no ruido”…”En contraste con la gente, cuando duermo no puedo tomar café ¿Vicios? Sí, los de la cafeína y la nicotina, aunque de esta última acabo de divorciarme”,…” Escribo a máquina con ocho dedos, porque los otros dos, los pulgares, los uso para separar las palabras”…”Mi dictadura que es a la vez responsable de finanzas, de abastecimiento, de trabajo voluntario, y de la producción, me ha dado dos hijos, uno cada diez años: Una estudió la carrera de letras y llegó a la meta; el otro, está estudiando las letras a la carrera”…

He aquí la sagrada familia de que habla el autor. El ramo de flores en el regazo de la dama, a la que él llama “dictadura” estaba dedicado a la dulce y abnegada Nena.

”Estoy convencido de que mens sana in córpore sano es el mejor constituyente para mantener el esqueleto bien envuelto, y por ello no tengo automóvil”…”Sembré un árbol, contribuí a perpetuar la especie, y acabo de escribir un libro. Y si mañana me toca entregar el cuerpo a la tierra sin terminar de usarlo ---cosa que no me gusta nada--- lo haré con una sonrisa en los labios, aunque no pueda ver el año 2021, el de mi centenario”…”Porque fui optimista… porque fui humorista… y no fui egoísta.”

Como han podido apreciar por la separación de párrafos en puntos suspensivos, hemos querido ofrecer solo fragmentos de su trabajo, para degustarlo como ese delicioso postre, que por breve nos deja siempre con las ganas de repetir.

Por último, me gustaría dejar constancia de ese “bichito” que siempre picó a su hija por el humorismo gráfico.

¿Tal vez en los genes de familia se hallara presente esa vocación? Como una coincidencia más es este caso, resulta que el multipremiado caricaturista Rafael Valbona, (RAVAL) era tío suyo por parte de madre. Como constancia los dejamos con ambos apuntes de Alberto Yáñez, --a la izquierda el de Raval y el Mirtica a la derecha.

Además sobre esta asombrosa familia seguiremos hablando. Recuerden que nos falta aún Albertico--el benjamín de los Yáñez--. Y si de benditas coincidencias se trata, podemos reafirmar que… ”De tal palo surgieron tales astillas”.

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