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4 ago 2011

BRACHO, PALANTE, Y LOS GUSANOS

Cuando lo conocimos, jóvenes y entusiastas al triunfo de la Revolución, ya él peinaba canas en lo que quedaba de su incipiente calvicie, y sobre sus espaldas acumulaba un amplio dossier de periodista, humorista, y militante revolucionario al servicio de las mejores causas en su natal Venezuela.
Su nombre: Gabriel Bracho Montiel, nacido el 8 de mayo de 1903, en Maracaibo: A mediados del siglo ya se había destacado por sus certeros dardos en el espacio “Las Mentiras de Dominguito” –uno de sus seudónimos--, en las páginas de “El Morrocoyo Azul” durante más de un decenio.
Así lo recordábamos junto a Évora Tamayo, una de sus más cercanas colaboradoras en Cuba, quien dejó constancia de ello en la sección “Con Permiso de…” en nuestro querido PALANTE.
Gabito Chotiel –otro de sus seudónimos— lo ampliaba en una entrevista que le hiciera en Caracas el reportero Díaz Rangel: “…Tras el derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez, lancé durante dos años el semanario “Dominguito” heredero natural de sus propias mentiras hasta una nueva amenaza a mis verdades; ésta de manos del futuro presidente Rómulo Betancourt, con su anunciada fórmula de “Disparar primero y averiguar después”. Conociendo de que pata cojeaba dicho mandatario, concluía Bracho la interviú con otra sentencia igualmente tajante: “...Si gana las elecciones Betancourt, me asilo…”
Así fue como ocurrió nuestro encuentro con él en La Habana de 1961. Eran tiempos tempestuosos también en nuestro país, pero aquí azotaban vientos de libertad, y tuvimos la suerte de acogerlo en nuestro refugio. La escoria que flotaba entre los restos de la antigua sociedad apostaba por la violencia, el sabotaje y otros muchos viejos conceptos, entre los cuales se cuestionaba la imposibilidad de hacer humorismo desde el poder.

Bracho, asumió el encargo de fundar y dirigir una publicación con esas características, y como Quijote moderno, fue el pionero de una causa dedicada a desfacer los entuertos que se le presentaban a la naciente Revolución. Los humoristas más bisoños bebimos de sus enseñanzas y respondimos con disciplina y entusiasmo a sus orientaciones.
Confieso que algunas de sus ideas nos resultaban cuasi descabelladas, como esa de brindar dos revistas en una a partir de la frase
“Palante y Palante”.
Según nuestra opinión, la idea de leer la publicación hasta la mitad, y virarla para empezar de nuevo desde el final hasta el centro, resultaba novedosa y hasta útil pues nos permitía ofertar dos portadas en vez de una, pero a la vez, los lectores se quejaban de una lectura que les resultaba engorrosa.
El proyecto duró apenas dos meses, pero se mantuvo el título del semanario “Palante y Palante”, que también resultó reiterativo, y años después quedó solo como “Palante” a secas. Así se ha mantenido hasta nuestros días, en que cumple su cincuenta aniversario a mediados de octubre.
Bracho nos dirigió hasta 1964, en que sintiéndose enfermo solicitó su liberación para regresar a su país. Al llegar a Caracas expresó: “Como los elefantes que se encaminan por sus propios pasos al cementerio, así yo vengo a morir a mi tierra”.
De nuevo acudimos a la memoria de Évora Tamayo para rememorar algunas de sus hazañas: “…Fue un hombre con atributos de creador. Con Miguel Otero Silva apadrinó “El Morrocoyo Azul”, donde impuso “Las Mentiras de Dominguito”…Colaboró en “Fantoche” junto al humorista Leo… En la década del 50 fundó “Dominguito”. Escribió la novela “Los guachimanes”, barbarismo por watchmen, es decir los vigilantes nativos que duermen durante el día y salen de noche para vigilar las riquezas petroleras gringas. Así como la pieza teatral “Los sin trabajo” un drama de actualidad aún en el Siglo XXI...”

Para mi resultó sorpresivo que dos años después de su fallecimiento, la revista “El Correo” de la Unesco en su edición XXIX. Abril de 1976, publicara un artículo titulado “Aventuras del planario antifreudiano y del gusanólogo metido a humorista”, cuya terminología me resultó curiosamente enmarañada, pero más aún el contenido del trabajo.
Resulta que la muy docta Universidad de Michigan en Estados Unidos, editó la revista “The Worm Runner´s Digest” y posteriormente “The Journal of Biological Psychology”, bajo la dirección del profesor James V. Mc Connell .
Ambas publicaciones se editaban por el mismo staff de profesores y estudiantes, lo que una abordaba los temas de forma científica y la otra descargaba sobre las lombrices, orugas, vermes, larvas, tenias y otros helmintos, con chistes, caricaturas y humoradas de todo tipo.

El éxito de las revistas fue inmediato, hubo incluso círculos científicos que se lo tomaron en serio, a tal punto que los editores decidieron dividir una sola revista en dos, quedando ambas mitades invertidas entre sí.
(La revista de Psicología Biológica) se leía hasta la mitad, tratando los temas de una forma científica. (El manual del gusanólogo) también avanzaba hasta la mitad, pero en sentido contrario y el tratamiento era humorístico.
El trabajo de “El Correo” es bastante extenso utilizando como protagonista el gusano plano común, platelminto, o planario; y va desde el estudio profundo de este invertebrado en los laboratorios de la Universidad, hasta la más hilarante descarga de sus hábitos y habilidades bajo la óptica de los jóvenes estudiantes que trataban por todos los medios de hacer buenas investigaciones… “Pero si no es posible, entonces publiquen montañas de mala investigación. Después de todo, el decano no se dará cuenta…”

Abordamos el tema por mera curiosidad. No queremos extendernos más porque no fue ése nuestro propósito y tampoco deseamos aburrir a nuestros vecinos. Sólo establecer la similitud entre ambos proyectos, el de Bracho de 1961, y éste de McConnell, que según expliqué antes, data de la revelación hecha por “El Correo” en 1976.
No sé quien fue primero si el huevo o la gallina. Lo que sí sé es que ambas publicaciones universitarias dedicadas al estudio del gusano, eran una copia al carbón del “Palante y Palante” creado por Bracho para abordar también a los gusanos de entonces en Cuba, pero poniéndolos al desnudo ante la opinión pública.

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