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3 dic 2011

RODANDO EL BALÓN

Así se titulaba la sección dedicada al balompié del diario EL MUNDO que firmaba un paniaguado jefe de plana deportiva al triunfo de la Revolución. En realidad, quien la escribía magistralmente era un joven aficionado al deporte con aspiraciones periodísticas, que a fuerza de voluntad lo sobrecumplió ampliamente.

De eso escribimos en el trabajo titulado “Por amor al arte”

En estos días se cumplen precisamente cien años rodando el balón en nuestro país y no queríamos dejar pasar la bola sin tirar a puerta.

Alberto Yáñez, el joven aficionado del cuento y yo, fuimos convocados en 1961 por el INDER para formar parte del equipo que fundó la revista L.P.V. Juntos creamos allí la sección “Garabatos Deportivos” entre otras tareas, y juntos colaboramos con el team de PALANTE Y PALANTE desde sus comienzos. Alberto inventó allí “Palante en pelota” una sección magistralmente continuada por su sustituto Betán, cuando él pasó al frente de la página de “Entretenimientos” en la publicación.

La unión profesional fue tan estrecha que se extendió a la familia en general formando un gran equipo con por nuestras esposas Estela y Nena en la defensa; y por nuestros hijos volantes Albertico y Mirtha, con Paquito y Elsie en la delantera. En fin unidos por lazos indestructibles tal vez debido a nuestros orígenes: Él pichón de gallego y yo de asturiano, por algo dice el refrán que gallegos y asturianos son primos hermanos.

Me imagino que desde tiempos remotos los europeos y los peninsulares en particular, practicaban el balompié, porque según el propio Yáñez, --ducho en la materia--, aseguraba que el fútbol comenzó, cuando los soldados triunfadores en una batalla, jugaban entre ellos pateando los cráneos de los vencidos, para celebrar la victoria. Pero como, además de historiador del deporte él era humorista, nunca le hice mucho caso.

Pero dejemos a Yáñez descansar en paz, y volvamos al tema de este centenario que ha transcurrido a patada limpia.

Mucho antes de que nos “descubrieran” en 1492, ya en Cuba se practicaba un juego de pelota al que los taínos llamaban batos. Y me imagino que junto con los caballos que España introdujo hace 500 años, el fútbol también fue importado de la Madre Patria.

La rivalidad en la colonia subió de tono en la medida en que los criollos se sintieran más cubanos y los españoles más colonialistas. De ahí que ambas facciones utilizaran el color para diferenciarse en cualquier actividad, ya fuese en las modas, las controversias campesinas o las piezas teatrales. Moñas rojas para distinguir a las damas integristas y lazos azules para las separatistas.

Pasada la contienda independentista, en la República se mantuvo esa costumbre, de ahí que cuando se introdujo el beisbol en nuestro país a fines del siglo XIX también continuó esa preferencia cromática. Los parciales de los azules serían ahora los Alacranes del Almendares, mayoritariamente cubanos; mientras que los leones rojos del Habana por lo general españoles. El tiempo, siempre dialéctico, hoy nos muestra al equipo capitalino de los Industriales representado por un león, pero no rojo, sino azul.

Mi padre fue hasta su fallecimiento carrero de una firma de cigarros de lunes a sábados, pero el domingo era mío. Por eso me llevaba, según la temporada. SI de fútbol al terreno de “La Polar” para presenciar como Juventud Asturiana vencía al Centro Gallego, o si se dejaban ganar por “burros” que eran. Cuando empezaba la Liga Profesional de Beisbol, cambiaba entonces de rumbo hacia el estadio de “La Tropical”, donde habanistas y almendaristas se caían a batazos, según explicamos en el párrafo anterior.

Imaginémonos ahora en el estadio de “La Polar” situado en los jardines de la cervecería del mismo nombre, tras el descanso intermedio bajo los acordes de “Currito de la Cruz” y dando los toques finales a mi nutritiva Trimalta Polar.

El pitazo del árbitro en calzoncillos, igual que el resto de los atletas, da comienzo al segundo tiempo para recordarnos que, con este partido finaliza la temporada y pronto tendremos que cambiar el gusto, porque cuando empìece la Liga de béisbol en “La Tropical” solo dispondré de Maltina Tívoli Vitaminada. Así de sencilla era la cosa para un fiñe de la época. Mientras, el desafío sangriento entre dos firmas que se discutían la preferencia de un público mayoritariamente varonil y cervecero entre las gradas de sus respectivos estadios, se mantenía al rojo vivo.

Pero cuando el mal es de sembrar …No valen guayabas verdes.

A mediados de los años cincuenta surge una nueva marca, con una nueva promoción, y una nueva imagen, --la del indio Hatuey, en posición belicosa--. Pero sobre todo un nuevo terreno en el medio de la capital, con lo que prácticamente desplaza a sus antecesoras de la preferencia del público consumidor. De más está decir que en el del Cerro tuve que cambiar para Malta Hatuey, porque para mi edad aún no me había aficionado al láguer.

Esta larga reflexión no desmerita para nada la afición de nuestro pueblo por el deporte en todas sus manifestaciones, sino situarnos en el pasado y los mecanismos de promoción y rentabilidad que los negociantes utilizaban para lucrar antes de que el deporte fuera un derecho del pueblo.

Lo que se discutía a patadas en un terreno o a batazos en el otro, era estimulado por las dos marcas cerveceras más poderosas del país en un desafío financiero mucho más violento, donde una derrota podía llevar a otra peor: La bancarrota. Al auge de este deporte por aquella época, y al influjo de esa limitada popularidad Cuba pudo clasificar para la Copa Mundial de Fútbol de Francia en 1938.

Veintisiete años después de aquel memorable partido fundacional, el 11 de diciembre de 1911, Cuba fue el primer país del Caribe en lograrlo, y llegar a cuartos de final, y el segundo de la CONCACAF, solo antecedido por los Estados Unidos. Lo que más nunca se repitió. He aquí el afiche correspondiente a esa copa.

Tal vez esto explique la decadencia del balompié cubano durante un buen tiempo, entre otras razones, al desaparecer la rivalidad entre asturianos y gallegos, y surgir nuevas opciones con equipos representativos de zonas aledañas como Puentes Grandes, lugar de asentamiento de los terrenos afines al fútbol.

De que no está muerto ni mucho menos dio pruebas el equipo Cuba que nos representó este año en el último Panamericano de Guadalajara, al empatar a cero con el gigantesco Goliath sudamericano y multicampeón del mundo; así como igual desempeño con la otra potencia del área --Argentina--, que nos anotó un solitario y agónico gol en los finales del partido. Al cierre nuestro equipo acaba de clasificar en el área de la CONCACAF para la próxima etapa.

El futuro y nuestros atletas dirán la última palabra también en el terreno; porque no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.

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