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30 ago 2012

CHICLET: EL SUEÑO AMERICANO


El próximo año se cumplirá el 190º. Aniversario de aquella senil aberración de la vieja Monroe, por la cual aplicaba a sus hermanos menores al sur de sus ventrículos, la doctrina de América para los Americanos, así lanzada impúdicamente al resto del mundo; aunque más correcto sería decir, para los norteamericanos; y ni así; porque dejaríamos fuera entonces a México, también norteño aunque más mestizo.
Pues bien, desde sus esencias, ese vejestorio estadounidense se consideró siempre racial y lingüísticamente superior por sus genes sajones, en comparación con los vecinos de ascendencia autóctona o latina; recordemos que las Trece Colonias eran --Only English Spoken-- heredando también el vicio geofágico del colonialismo inglés. Tenía que conquistar el Oeste salvaje a toda costa y de costa a costa.
Las primeras víctimas fueron precisamente los nativos pieles rojas. Los cara pálidas no se entendían con ellos y tampoco había traductores a mano, por lo que solucionaron el problema de la incomunicación inventando el escalpelo—especie de barbería cavernícola- -–con la cual se pagaba espléndidamente por cada cuero cabelludo rebelde entregado a la Unión.
Esa nueva forma de convencimiento, los llevó de tribu en tribu hasta las costas del Pacífico, pelando al rape a cuanto apache o siux se les atravesara en el camino, y cuando se les acabó el Oeste, se viraron hacia el Sur, y cruzaron el Río Bravo dándole la brava a sus vecinos más cercanos con un tajo de ocho estados de la Unión. A partir de esa división, los Estados Unidos Mexicanos, tan amantes del corrido musical debieron correrse de verdad, y se convirtieron en emigrantes indocumentados e indeseados de los Estados Unidos de Norteamérica en su propia tierra; es decir en California 1850; Nevada 1864; Utah 1896; Colorado 1876; Arizona 1912; Nuevo México 1912; Texas 1845, y Oklahoma 1907. Los mapas a continuación serán mucho más convincentes:
Pero regresemos a donde dejamos la decrépita vieja del cuento. A partir de entonces, 1823, Mrs. Monroe decidió que las frutas de su traspatio estarían prohibidas para el resto del mundo, especialmente aquella que se consideraba la más madura y cercana de todas; sin embargo ésta le salió rebencúa, como herencia del cimarronaje frente a la esclavitud.
Pero bruja al fin,  la señora Monroe descendiente directa  de la Pérfida Albión ostentaba el legado de esa flema inglesa que los caracterizaba y dejó sin chistar que –nueve o diez años más tarde--en 1833, la Reina de los Mares se les colara irrespetuosamente en las aguas del subcontinente para apoderarse de las Islas Malvinas.
Aquel desliz del Siglo XIX, se repitió en el XX, con la guerra de las Malvinas entre ingleses y argentinos que en 1982 costó centenares de bajas en ambos bandos. En esta ocasión de nuevo el Tío Sam se hizo de la vista gorda para no aplicar los acuerdos de reciprocidad del TIAR.
Lo cierto es que el famoso Sueño Americano depende de quien se lo duerma.  
En días recientes, envalentonado con el fastuoso espectáculo de los Juegos Olímpicos de Londres, de nuevo el Reino Unido amenazó a otra nación suramericana, no sólo negándose a conceder el salvoconducto a un asilado en la Embajada de Ecuador, sino con invadir el sagrado recinto de su sede diplomática. La contundente respuesta de Latinoamérica no se hizo esperar, mientras el potente Tío Sam, miraba hacia el otro lado para no ver las desvergüenzas de su prepotente aliado. ¡Tremendos potentados ambos!
En un mundo globalizado por el neoliberalismo, aterrorizado por el terrorismo, y mediatizado por los medios, cualquier cosa podría suceder, y precisamente, somos cualquier cosa menos adivinos.
Lo que si reconozco es que nuestro revuelto y brutal vecino del Norte es el campeón de la manipulación. Nos hipnotiza con sus deslumbrantes ofertar, magnifica la banalidad  con  efectos especiales, inventa la realidad virtual, que no es más que pura vestimenta como dice la canción, dándonos gato por liebre. Como monarcas de la publicidad  son capaces de vendernos hasta la guerra real como una necesidad y un espectáculo de fuegos artificiales, mientras el mundo se hunde en una crisis estructural sin precedentes.
Por eso en mi personalísimo criterio, de todos los inventos yanquis, el más significativo, sin dudas es el “Chiclet” famosa marca de una goma de mascar Made in USA. Y lo digo sin que me quede nada por dentro, mucho menos dicha confitura; pues fui adicto a ella durante toda mi niñez hasta que comencé a mudar los dientes de leche, y un buen día mientras mascaba y mascaba, sorpresivamente dejé uno de ellos en  la cheguingom.
Cuando abrí los ojos al mundo real, lejos ya de fantasías infantiles, me di cuenta de que no todo lo que brilla es oro, y desde entonces  Estados Unidos, es para mi, como su famosa goma de mascar: Lo mastico, pero no lo trago.

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