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1 ago 2012

¡FELICIDADES CHUNCHA!

La primera película de dibujos animados realizada en Cuba fue “Napoleón, el faraón de los sinsabores” de Manuel Alonso. Autor con una vasta obra cinematográfica, pero apenas ranqueado como dibujante humorístico. La obra se exhibió al público en 1936.
(Lamentablemente no cuento con una copia de dicho personaje).
Quién iba a imaginar que dos años después, en la sureña Manzanillo, el 24 de julio de 1938, naciera alguien tan vinculado con esa manifestación artística.
Se trata de Gaspar González Díaz, pichón de cubano y asturiana--Gaspar Rafael y María-- ésta última natural de Cangas de Onís.
Cursó estudios en la academia de dibujo “Garcés” donde sus condiscípulos lo llamaban Gasparito, como aún lo hacemos sus colegas y amigos.
El dibujo humorístico en Cuba estuvo influenciado a partir del siglo XX por los tres grandes de la caricatura personal Valls, Roseñada, y Blanco; y la actualidad política sintetizada en grandes rasgos por los personajes de Torriente, Abela, y Nuez: “Liborio”, “El Bobo” y “El Loquito”. Pero también de los comics yanquis y los funnies cinematográficos de Disney.
El subrayado es a propósito, pues me refiero a una etapa anterior a la televisión, la cual llegó a Cuba en la década de los años 50 del siglo pasado.
El joven Gaspar incursiona en la especialidad por esta época, en que la gráfica publicitaria —más en la forma que en el contenido—viene influenciada por la llamada línea Busestow y otros realizadores de la (UPA), un movimiento surgido de la ruptura de algunos de sus discípulos con la firma disneyana
Según el mismo nos confesara, a partir de 1956, junto con otros inquietos jóvenes dibujantes, Gasparito se incorpora a la Agencia “Mercado, Survey y Publicidad” de Mestre y compañía--magnate del recién estrenado consorcio Radiocentro—quien realiza spots, telops y otros encargos para algunos programas de la CMQ, como “Jueves de Partagás” y “Casino de la Alegría”, pero también solicitan sus servicios otros canales que transmitían los juegos de beisbol profesional.
Con el triunfo de la Revolución, la publicidad comercial desaparece y aquellos inquietos creadores del sector pasaron a formar parte de las nuevas propuestas revolucionarias.
El pequeño grupo de la televisión—Gaspar González, Manuel Acevedo Laborde, Palmieri, Manuel Lamar (Lillo), y Fresquito Fresquet, integró un departamento adjunto al Noticiero de TV, que más tarde formó la SEPROF, (Sección de Producción Fílmica) bajo la dirección de Sergio Nicols y Marcos Behmaras.
Datos suministrados por Gaspar nos recuerda que los primeros dibujos animados que salieron de estos estudios fue “El Loro Granjero”·donde compartió autoría con Fresquito, le siguió “El Cofre” de este último, “Cuidemos nuestras flores” del recién ingresado Miguelito, y por último “L.P.V.” de Manuel Lamar (Lillo), precisamente, a continuación, un still de esta producción.
Hace exactamente 50 años el Instituto Cubano de Radio (ICR) se transforma en el ICRT. Poco después, proveniente de PALANTE ingresa e él Miguelito, diseñador de la publicación, junto con su esposa Rosita como realizadora de línea-relleno y animadora. Dos años más tarde se incorpora el conocido Luis Castillo.
Los datos e imágenes que acompañan este trabajo fueron proporcionados por el propio Gaspar González, gracias a a su prodigiosa memoria y a su documentación, mucho más golpeada que él por un eterno combate contra el implacable Dios Cronos.
Aún con esos inconvenientes hemos podido ofrecerles este fresco, modesta representación del dibujo animado en la televisión cubana, cuya marcha paralela con sus acólitos del ICAIC, le brindaron y brindan inolvidables delicias a generaciones de cubanos—grandes y chicos--.
Nuevas caras y firmas aparecen en el sector gracias no solo al ejemplo, sino al magisterio que muchos de ellos han desarrollado, y Gasparito en un lugar destacado por su experiencia y su dedicación desde los lejanos tiempos en que cursó estudios en la “Pannonia Films Studio” de Hungría. Al frente del departamento, dirigió los innumerables “Coctelitos” de la TV y con una vastísima obra  coronada con uno de sus más populares personajes, “Chuncha”.
Por lo general los protagonistas de dibujos animados emigraban cuando adquirían popularidad en el papel y pasaban entonces al celuloide. En el caso de esta abuelita cariñosa que siempre --se y nos-- sorprendía con su ¡ALABAOOO! ocurrió todo lo contrario: Del animado al cómic, pues debutó en 1965 para una mención televisiva y un año más tarde reaparece en “Muñequitos”, de Ediciones en Colores, donde también Gaspar publica su “Musulungo”, hasta que un siniestro provoca el cierre en llamas del taller de impresión.
Gaspar continuó colaborando con el proyecto de Aurelio Martínez y Fidel Morales, que pasó a formar el Grupo PL de la agencia PRENSA LATINA, donde se internacionalizó con las publicaciones C-Línea.
“Chuncha” también apareció en el tabloide EL MUÑE editado en la década de los años 80 por  la Editorial Pablo de la Torriente, he aquí una de esas versiones:
La serie “Chuncha” que cuenta ya con decenas de animados ha demostrado gran pegada, por el carisma de su protagonista–la tierna viejita--su inseparable perro “Cacharro” y otros personajes secundarios, al descansar en un pegajoso tema musical, y situaciones coloquiales y simples, pero de gran contenido humano. Todo ello como marco de argumentos que reflejan la  idiosincrasia de nuestro pueblo con una fuerte carga costumbrista.
A sus numerosos reconocimientos nacionales y foráneos, Gaspar González suma el Premio Nacional de Animación  de la Televisión Cubana   por los 40 años de “Chuncha”.
Pero dejemos que el propio Gasparito nos cuente el origen de la saga:
“La idea surgió hace muchos años, cuando yo le dibujaba a Lillo los primeros guiones de uno de sus más famosos personajes “Chicho Durañón”. Después, él mismo acometió la puesta en papel de aquel perfecto cicatero y avariento “amarrete”. En una de aquellas conversaciones, surgió la idea de “Chuncha”, partiendo de la imagen brindada por una simpática enfermera oriental así nombrada, que apoyaba su carisma con un metal de voz único. Pero, esos eran sólo sus componentes externos; en realidad, la esencia del personaje había que buscarla en mi propia y querida madre María Díaz, cubana y asturiana, que en paz descanse; mujer llena de cariño por los animales, las plantas y las personas, dotada de una hiperquinética voluntad que demostraba en cualquier actividad ya fuese en su propio hogar, el barrio, o la nación”.
“Chuncha” es pues obra del amor, como toda obra de arte que se respete… Pero, al final me queda una duda: “Si por lo general a nosotros—los creadores de personajes humorísticos—y a mí en particular, me llaman el padre del gordo y el flaco --los protagonistas del “!Ay, Vecino!”—En el caso de Miguelito ¿Quién es por fin “Chuncha”, su hija o su mamá”.

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