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20 oct 2012

OTRO PAN EN PELIGRO


De que los tiempos cambian no puede haber dudas. En mi niñez, los mayores hablaban de los tiempos en que la instrucción  se regía por la consigna de… “La  letra con sangre entra”.
Por suerte a mi me tocó una época más avanzada de la enseñanza, pero igualmente coercitiva, en la cual el castigo consistía en situar al alumno en un rincón del aula mirando a la pared, y a veces con un ridículo “cucurucho de burro”, en la cabeza, evidenciando aquello de …”Eres más bruto que canuto”.
Por suerte esa instrucción primitiva y memorística desapareció en Cuba y otras  partes del mundo para dar paso a un  método más participativo, aplicando el razonamiento y  la experimentación. Tal y como sentenció el maestro…”Ser cultos para ser libres”.
Si a esto agregamos el aprovechamiento actual de nuevos  medios audiovisuales y  sistemas de digitalización, debemos reconocer los pasos de avance en la educación a nivel mundial; aunque todavía existan enormes lagunas, sobre todo en un Tercer Mundo olvidado por el Primero, que nuestro país trata de subsanar con las campañas solidarias de alfabetización donde quiera que haga falta decir: “…Yo sí puedo”.
Sin embargo, la globalización  corporativa y neoliberal pretende regresarnos al pretérito pluscuamperfecto,  tratando de justificarse con una discriminación mucho más sutil que las tradicionales de género, raza o credo. Ahora se trata de poner en práctica las leyes ciegas del mercado. Y convertir las aulas en una nueva mercancía de la sociedad de consumo. Solo les falta poner en la puerta del colegio el dichoso cartelito de “…Prohibido el paso: Escuela privada”.
Bajo este criterio del “Poderoso caballero, Don Dinero”… En el futuro sólo tendrán futuro los hijos de papá. El 99% restante habrá de conformarse no solo con las migajas del pan nuestro de cada día, sino además con las sobras del pan de la enseñanza. De ahí que surgiera en mi juguetona memoria aquella vieja estampa del castigo de antaño, ahora con un significado aún más cruel.
El rincón del olvido está reservado no ya para aquellas penitencias de ayer, sino para las esperanzas del mañana. Por algo Cervantes puso en boca del Quijote aquello de… “…Más vale buena esperanza que ruin posesión”.  

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