La primera Mesa Redonda del 2014, correspondiente al lunes
2 de enero, retransmitió el tema de la preservación y remodelación de las ciudades patrimoniales
cubanas, con la participación de autorizados historiadores y conservadores de esos
tesoros como Trinidad y el Valle de los Ingenios, Baracoa, Camagüey, Cienfuegos
y La Habana. Algunas
de ellas a medio siglo de su fundación en este 2014.
En el desarrollo del coloquio, el Dr. Eusebio Leal Spengler,
entre otros temas, se refirió a los gigantescos esfuerzos constructivos que
vienen realizándose en el área del Casco
Histórico y el puerto de La
Habana, para concluir con las complejas obras de
reconstrucción en el Capitolio Nacional y el teatro Martí, estas últimas en
fase final.
A propósito de esta inminente recuperación, recordaba el último deseo del inolvidable Enriquito
Núñez Rodríguez, quien aspiraba escuchar de nuevo las tres campanadas que daban
inicio a cada función en el teatro Martí antes de morir. De esta noble aspiración
di testimonio en este mismo espacio con motivo de recordarse su 90º. Aniversario
el 20 de mayo del pasado año.
Hoy, a siete meses de aquella confesión, ofrezco a mis
fieles vecinos otro interesante trabajo sobre el teatro Martí en sus inicios,
cuando era la meca del cuplet en Cuba.
Espero sea de vuestro agrado este simpático recuerdo del
pasado que titulé:
LA ÚLTIMA PULGA Y EL ÚLTIMO
CUPLET
Hace 120 años, el 17 de febrero de 1894 el Teatro Apolo de
Madrid estrenó “La zarzuela de la paloma”, que desde ese mismo momento marcó un
hito en la producción del musical
español. Tal vez el éxito de la pieza se deba al estribillo que aún en la
actualidad sigue tarareándose, y que dice así: …¿Dónde vas con mantón de manila?...
Si se fijan bien, la palabra manila está escrita con M minúscula para
informar que fue confeccionada en dicha ciudad capital de Filipinas.
La piña no se conocía
antes del descubrimiento del Nuevo Mundo. Dicen algunos historiadores
que la fruta fue hallada casualmente
durante la colonización de Centroamérica por una patrulla de
reconocimiento a caballo la cual, al atravesar la maleza sufrió unos pinchazos,
y abriéndose paso con sus espadas, un embriagador aroma los envolvió invitándolos a degustar la vistosa fruta.
Fue así como la identificaron en la
actual Costa Rica, y conocidos ya sus efectos, la encontraron también en territorios aztecas, mayas y
antillanos:
“…Los galeones españoles cargaron en 1580 los primeros ejemplares de
este fruto rumbo a las Islas Filipinas,
lo cual propició allí la introducción de un nuevo renglón económico favorable
al enriquecimiento de la Metrópolis,
pues los aborígenes empezaron a venderla en el Medio Oriente, Malasia y la India gracias a la habilidad
de los nativos de las islas del Mar Meridional de China en Oceanía, para tejer
finos lienzos con las fibras de la
Reina de las Frutas…”
Por otro lado: La paloma del cuplet no sólo voló más tarde
a las Antillas, sino que vino cubierta con el dichoso mantón Made in Filipinas en
una época en que el teatro era la principal actividad cultural de la
capital habanera.
Coliseos como el Irijoa donde se celebró la Asamblea Constituyente
de 1901, y diez años más tarde tomara el nombre de nuestro apóstol Martí, así
como el Tacón, y el Payret, entre otros, fueron dignos
representantes de aquel género chico.
En uno de ellos, el
Molino Rojo de la calle Galiano, donde después se construyera el Radio-Cine,
debutó por entonces una cupletista de cara linda, llamada Consuelo Portela. A
falta de otras cualidades artísticas,
Consuelito se consolaba con un
cuerpo fenomenal el cual cubría con un lujoso mantón de manila, mientras lanzaba
al aire, a veces ingenuos y a veces picantes cuplets.
El repertorio de la Chelito –nombre de guerra de la vedette—no era
muy extenso, pero generalmente lo terminaba con una graciosa tonadilla, mientras buscaba una pulga que la atormentaba a la hora de dormir, y la hacía saltar de su confortable lecho en deshebillé.
Una noche, acaso por casualidad, o por encargo del
empresario hambriento de taquilla,
una de las cintas que sujetaban la
prenda de dormir se zafó. A partir de
ese momento aquel detalle--fortuito o no-- quedó adherido al cuplet como una
sanguijuela y la pulga ganó en protagonismo.
A fines del siglo XX, en ese mismo teatro de la calle
Galiano, que hubo de tomar el nombre de Radio-Cine, pudimos apreciar a una de
las más famosas artistas del Séptimo Arte español, la sin par Sarita Montiel, nada menos que en la cinta “El
Último Cuplet”… A la salida
del mismo, pasó por mi lado en perro
callejero que imitando a la
Chelito, trataba de librarse de otra pulga, tan molesta como la que se convirtió en estrella del
género a comienzos del Siglo XX. De ahí surgió
el título de esta crónica. LA ÚLTIMA PULGA Y EL ÚLTIMO CUPLET.
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