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6 mar 2014

CONDUCTAS Y COINCIDENCIAS

A mediados de febrero del 2014, coincidiendo con el Día de los Enamorados, del amor, de la amistad; en fin, el San Valentín Day, se desarrollaron algunos acontecimientos de diverso signo: Un día antes se inauguraba la 23ª. Feria Internacional del Libro de La Habana. En los cines de estreno se pasaba el último filme de Ernesto Daranas “Conducta”, mientras en un partido de beisbol entre Villa Clara y Matanzas por el primer lugar en la 53ª. Serie Nacional de Pelota, se escenificaba el más violento y bochornoso espectáculo que jamás hayamos contemplado en los últimos tiempos.
El enemigo, siempre atento a todos nuestros éxitos y virtudes se encargó de distribuirlo en la red de redes, porque “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Pero, como agua pasada no mueve molino, obviaremos todo lo que se ha discutido publicado y regulado a partir de la conducta impropia que lamentablemente se escenificó en el terreno de pelota.
Cuanto a la película que invita a la reflexión, ha calado hondo y las enormes colas que aún se mantienen en las salas de cine para disfrutarla o rememorarla, dan fe de su impacto en la ciudadanía.
La Feria, considerada el evento cultural más abarcador del año en nuestro país, una vez más acaparó la atención en el recinto ferial Morro-Cabaña entre otras sedes y en estos momentos se amplia al resto de las provincias.
Precisamente coincidiendo con esto, la lectura de un viejo y amarillento libro me hacía reflexionar sobre la conducta humana. Se trata de “Cualquier tiempo pasado fue…” donde los puntos suspensivos no indican el género literario de la obra, sino la duda de que el proceder en dichos tiempos fueran mejores o peores.
Eran estampas costumbristas escritas por Eduardo Robreño en 1979 y dedicadas a la memoria de Emilio Roig de Leuschering para Letras Cubanas. Curiosamente el primer capítulo iba dedicado a “Esquinas de La Habana” como por ejemplo: --La esquina del pecado (Galiano y San Rafael). La esquina caliente (San Lázaro e Infanta), o -La Esquina de Toyo--, la más próxima a mi lugar de residencia en las intersección de las calzadas de (Luyanó y Jesús del Monte).
Debo aclarar a las jóvenes generaciones que la Esquina del Pecado se correspondía con la antigua zona de tolerancia en los alrededores del Ten Cent de Galiano y la Esquina caliente, muy cerca de la Universidad de La Habana tomó su nombre al escenificarse allí calienticas “tánganas” estudiantiles contra la represión oficial y los desgobiernos al uso en la seudo-republiquita de antaño.
Algunas de esas esquinas--por no generalizar—se han esfumado como la del pecado, al desaparecer las condiciones que la provocaron, otras –más bulliciosas--han proliferado al provocarse encendidos debates de carácter deportivo como en el caso de las actuales esquinas calientes.
Sin embargo, la pacífica Esquina de Toyo, va cambiando su imagen dada la concomitancia entre explosión demográfica capitalina en el municipio más poblado del país y la nefasta extensión de indisciplinas sociales ante la desidia y la inercia de una buena parte de la población y sus instituciones.
Para el ciudadano común, ese de a pie—le resulta casi imposible allí en Toyo--hacer la jugada perfecta y capturar un P-9 en la hora pico, y si logra cogerle el tiempo al pitcher-conductor para adelantar una base o anotarle en pisa y corre; después tiene que forcejear en la mismísima puerta con el corredor que subió antes para que no le cuelguen el cero y quedar en dicha esquina con la carabina al hombro.
Pido disculpas por utilizar términos beisboleros para describir una escena de la violencia cotidiana que nos afecta y compromete a todos. A ese trabajador que debe llegar en tiempo a su empleo y cumplir con el compromiso establecido en el reciente Congreso de la CTC; o ese “viejito” que se enfrenta a la adversidad sobre ruedas con su impotente bastón en ristre, para no perder el turno en la consulta del geriatra. ¿Y qué me dicen de esa señora que se dirige al pediatra con su niño en brazos? ¿Por qué tiene que sufrir la violencia de género, al emprender una carrera compitiendo con jóvenes mejor dotados y sin impedimenta alguna para alcanzar su meta –tal vez el P-6—que paró a unos 100 metros después de la P de parada?
Los escépticos, que siempre los hay, deben saber que la profusión de boteros en vez de paliar la situación; además de encarecerla, la complica, pues resulta suicida cruzar la calzada entre almendrón y almendrón, no solo por la velocidad que despliegan sino por su frecuencia: Aproximadamente medio centenar por cada ómnibus per cápita.
Pero la cosa se extiende más allá de la agitada esquina y se agudiza con las indisciplinas sociales que lo mismo se manifiestan con actos que con palabras—unos violatorios del ornato y la salubridad no pocas veces causantes de brotes de dengue o de cólera, otros con palabrotas más sucias todavía, que producen otro tipo distinto de cólera.
Lo que resulta paradójico es que dichas conductas coincidan con una población cada vez más CULTA—pido disculpas por utilizar mayúsculas, pero se me fueron—ya que contamos con instituciones educativas y científico-técnicas a todo lo largo y ancho del país, las cuales son tomadas como ejemplo en el mundo entero. Contamos además con la más intensa campaña de orientación ciudadana jamás vista antes en nuestro país, con el ejemplo de nuestros héroes y mártires…En fin ¿Será verdad eso de que nosotros los cubanos, o no llegamos o nos pasamos?
Soy y siempre he sido amante de deporte de las bolas y los strikes, incluso una buena parte de mi actividad periodística la he desarrollado en las páginas deportivas de nuestra prensa formando parte del staff fundador de a revista LPV en el otoño de 1961, donde publiqué mi primer personaje humorístico bajo e título de “Hiperbolo”. Por tanto sería incapaz de criticar la sana pasión que el deporte o el beisbol en particular, despiertan en todo nuestro pueblo, incluyendo a menda.
Nunca he visto en Cuba tantas esquinas calientes a todas horas del día y de la noche. La afición responde llenando de bote en bote los estadios en cada una de las instalaciones donde se escenifican los desafíos. La algarabía desbordante de congas, olas, y otras manifestaciones de participación colectiva así lo testifica en las gradas.
Pero eso no da derecho a tirar objetos al terreno o saltar al mismo para interrumpir el juego, gritar obscenidades y ofender a peloteros o árbitros. En fin, estas son conductas coincidentes con otras que ya forman parte de nuestras insoportables vivencias cotidianas. En mi modesta opinión, de la indisciplina social al delito no va más que un paso. Es hora ya de que el pitcher se vire a primera para evitar que el corredor le salga impunemente al ROBO—que es un delito, no una indisciplina social--. Y pido perdón por estas otras mayúsculas que se me escaparon… intencionalmente.
Mientras… Entre conductas y coincidencias, hablemos menos del juego de pelota y dediquemos más tiempo a otros temas mucho más serios. Si importante es dedicarle atención al VIP del otro, mucho más lo es el PIB nuestro de cada día.

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