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20 oct 2015

EL MISTERIO DEL PARAÍSO TERRENAL



Cuentan que a finales del siglo XV, el gran navegante Cristóbal Colón, obsesionado por la lectura de “Los Viajes de Marco Polo” se lanzó a la conquista del Mar Tenebroso, aunque tuviese que seducir a su vez a los Reyes Católicos, para que financiaran la peligrosa expedición en busca de la Ruta de las Especies.
Tras interminables y azarosos días de viaje sus tres naves desembarcaron en una isla, no por gusto bautizada San Salvador, donde sin ayuda de traductor alguno, el Gran Almirante del Mar Océano logró de sus habitantes indígenas trazarle el rumbo hacia otra ínsula cercana, pero mucho mayor en tamaño. Por su mente pasó de nuevo la imagen protectora del fabuloso Cipango oriental, pero en su lugar, el 24 de octubre de 1492, se tropezó con la isla de Cuba, a la que por su clima benigno, bucólicos paisajes y el trato amistoso de las tribus autóctonas nombró: “La Tierra más bella que ojos humanos han visto….” Por esa razón hoy podemos contarles esta historia.
Seis años más tarde, en 1498, al concluir su tercer viaje al Nuevo Mundo, aumentó la parada en una carta a los monarcas ibéricos, donde narra lo que consideró el Paraíso Terrenal, o sea la desembocadura del Orinoco en las costas de lo que más tarde se reconociera como América del Sur, pero descrita por nuestro genial Alejo Carpentier de esta forma en la obra “El siglo de las luces”: 
”.. Colón hallábase frente a las Bocas del Dragón, donde viera el agua dulce trabada en pelea con el agua salada desde los días de la Creación del Mundo. …La dulce empujaba a la salada porque no entrase, y ésta porque la otra no saliese…” 
Símil del lugar de confluencia con las cuatro corrientes de agua dulce que regaban el paraíso terrenal, según la leyenda arcaica de la Biblia, recogida en la geografía delirante de Colón: Es decir los ríos de la cuenca de la Guayana: Cuyuni, Mazaruni, Corentin y el Esequibo, éste último caudal fronterizo con la actual Venezuela.  Pero eso era solo el comienzo de la aventura: Los colonizadores españoles se lanzaron desde el inicio al encuentro de otras riquezas menos aromáticas pero más acaudaladas que las especies del cuento, dadas a conocer como la leyenda de El Dorado. Es por esa razón que los primeros pobladores asentados en dicha región selvática e inhóspita no fueran españoles sino holandeses y que a partir de 1626 comerciaron con las tribus autóctonas--caribes y arawaks--seguidos unos 20 años más tarde por súbditos de la Gran Bretaña que se apoderaron de zonas en litigio con España en una controversia por el Esequibo, lo cual se arrastra desde la llegada de la Pérfida Albión al subcontinente y que se ha extendido hasta la actualidad. Pero… ¿A qué se debe ese alboroto?: Tanto a las riquezas del subsuelo como a la situación geopolítica de dicha región, situada en el corazón mismo del segundo estuario más extenso de América del Sur, con una cuenca acuífera envidiable, además por lo intrincado del territorio en disputa, y las ambiciones colonialistas, a menudo ocultas, pero que aún subsisten.
Veamos: Muy cerca de allí. en una zona inaccesible y selvática de Venezuela--también colindante con Brasil--exactamente en la meseta llamada Ayuan-tepui, existe uno de los accidentes geográficos más espectaculares del mundo, pero a pesar de ello pasaron más de 537 años antes de que ocurriera este nuevo descubrimiento en 1935 gracias--¿a la casualidad o a la temeridad?--de Jimmy Ángel, un aviador norteamericano en busca de tesoros escondidos que estrelló su avioneta muy cerca de allí a su regreso dos años más tarde para constatar la hazaña.
Se trata de las cataratas conocidas como el Salto Ángel--en honor a su descubridor--con cerca de 1000 metros de altura, superior casi 20 veces a las del Niágara y situadas a 258 kilómetros al sur de Ciudad Guayana, pero en el estado venezolano de Bolívar y más exactamente, en una meseta llamada Auyan-Tepuy, intrincadísima zona de la selva amazónica.
El fenómeno se explica por las propias maravillas de este mundo: Cualquier caída natural de agua con esa envergadura, no solo se ve desde muy lejos sino que ocasiona un estruendo descomunal audible a grandes distancias, pero ésta a la cual nos referimos--ni se oye ni se ve--pues por su propia altura el líquido que cae se atomiza antes de tocar tierra y por tanto no produce ningún ruido en su base.  Más detalles de esta maravilla la pueden obtener del colega Alexis Schlachter en su libro “Geografía sorprendente” de la Editorial Oriente en el 2002. Sin embargo, las tres fotos que acompañan este trabajo fueron copiadas de una revista LIFE publicada en la segunda mitad del pasado siglo. En ellas se reflejan momentos de dicho descubrimiento.
Por tanto, fueron son y serán las riquezas naturales o estratégicas, herederas de siglos de explotación, prepotencia y colonialismo, algunos de los males generadores de conflictos aún hoy bajo disputa como este del Esequibo; el de las islas Malvinas entre Argentina y el Reino Unido; o el sostenido entre Chile y Bolivia por una salida de esta última al Pacífico. Estos son solo tres diferendos referidos a Nuestra América.
La reciente visita del Papa Francisco a Cuba y a los Estados Unidos, sus plegarias contra las guerras y el terrorismo; así como por un mundo de paz y de diálogo serio entre los países en disputa bajo el arbitrio de la Asamblea General de las Naciones Unidas, es un paso más hacia dicha meta que nos llena de esperanzas y sobre todo porque a la larga, somos una familia; vivimos en una sola casa en peligro de extinción que es ese Paraíso Terrenal soñado por Cristóbal Colón en aquel octubre de 1498 frente al conflictivo Esequibo.

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