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23 ene 2017

UN DÚO INOLVIDABE



Todo parece indicar que nuestra propuesta anterior en este mismo mes “Autocrítica póstuma” ha creado cierta expectativa entre nuestros amables vecinos del blog. Y es natural que esto ocurra: Lo que pasa con Bernardo González Barros es que, para su época resultó ser un inadaptado, un idealista y por tanto, un fuera de serie. Pero lo curioso del caso es que su trayectoria está íntimamente ligada a otro criollo de similares virtudes. A continuación hemos ilustrado la información con la portada del libro “Caricatura y crítica de arte” sobre este genial ensayista cubano con Selección y prólogo del Dr. Jorge R. Bermúdez de donde tomamos estos apuntes. En su portada el caricaturista Conrado W. Massaguer nos regala en su personal estilo, el perfil de González Barros.


Bernardo G. Barros nace en Guanabacoa (25-1-1890) y muere (20-5-1922). Pero algo parecido ocurre con su alter-ego, once años mayor que él: Jesús Castellanos Villageiú, La Habana, de (8-8-1879) a (29-5-12). El primero de ellos deja a un lado la carrera de leyes y Castellanos abandona su profesión de arquitecto para abrazar ambos el periodismo a propósito del salto cualitativo que da la prensa cubana en medio de la Revolución Industrial del nuevo siglo.

Tras la Guerra de Independencia Castellanos, quien había estudiado en la Academia de San Carlos en México, regresa a Cuba y sienta cátedra en el diario LA DISCUSION como caricaturista.

El humorismo gráfico de la épocaen pañales desde el punto de vista estilístico--estaba representado por Ricardo de la Torriente, que dependía fundamentalmente de su revista LA POLÍTICA CÓMICA y del personaje de Liborio quien ganaba con ello en popularidad, prosperidad material e influencia política. Sin embargo, es en este contexto que una obra de Castellanos para LA DISCUSIÓN el 5 de abril de 1901 se convierte en noticia de primera plana al fustigar al gobierno interventor, bajo el título de ”El Calvario Cubano”, donde su Liborio—mucho más combativo que el de Torriente—aparece crucificado entre los dos ladrones del pasaje bíblico; esta vez representados por el interventor yanqui Charles Magoon y el presidente MKcKinley.

  

De inmediato el dibujante cae preso durante unas horas junto con el director de la publicación Manuel María Coronado, mientras la tirada es secuestrada por las autoridades. El incidente no pasa de ahí--tras la intervención del propio interventor--el propio Magoon los libera para evitar que se revuelva más el estercolero.

Este incidente es calificado por Juan David como“…la caricatura que se muestra por primera vez cubana a cara descubierta y antimperialista…” en su libro titulado “La caricatura, tiempos y hombres” de la Colección Majadahonda, Centro Pablo de la Torriente, La Habana, 2002.

González Barros es ya un destacado crítico literario, mientras su amigo aunque también ejerce el periodismo analítico, es más popular como hemos visto en la caricatura editorial. Sin embargo, sorpresivamente Castellanos viene a ganar fama no por sus dibujos satíricos, sino por la novela “La conjura” con la cual hubo de obtener el premio en los Juegos Florales del Ateneo de La Habana en 1908.

Su temprana muerte cuatro años más tarde--apenas con 33 de edad--hace que Barros abandone otros proyectos como su novela “La senda nueva” de 1913, para dedicarse por completo al estudio del nuevo humorismo gráfico que venía desarrollándose en Cuba y en el mundo a partir de la segunda mitad del siglo XIX.

Por esa época ya los caricaturistas de vanguardia citados por él –Rafael Blanco y Conrado W. Massaguer--se habían dado a conocer en sendas exposiciones de caricaturas (1911 y 1912 respectivamente), Valls se incorporaría después, mientras el Primer Salón de Arte Nuevo tarda hasta 1927 en producirse.

De ahí la importancia del libro “La caricatura contemporánea” en dos tomos, que vio la luz en 1916, justo a cuatro años del deceso de su camarada y cómplice Jesús Castellanos.
Cuando Bernardo González Barros fallece el 5 de mayo de 1924, la Academia de Artes y Letras de la Habana, decide ofrecer el 14 de ese mismo mes, un homenaje póstumo a la memoria del académico recién electo. Y es Jorge Mañach el primero en considerarlo en la vanguardia de la crítica de arte por la Generación del 23 y el Grupo Minorista.

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